DONJU, in memoriam
El 24 de agosto Pedro Redondo nos avisó a un numeroso grupo de amigos que el estado de Donju se había complicado gravemente. Pedro y Nano de la Puente nos siguieron poniendo al día en cuanto sabían algo. En la tarde del día siguiente me llegó por tres vías distintas el aviso de que Donju se apagaba. La noticia corría entre grupos y mensajes congregando una multitud en silencio y pendiente. Sentí que gentes de muchas generaciones distintas nos habíamos vuelto a mirar en dirección a Donju, sin sorpresa pero acongojados.
Que se apagara lentamente iba con su naturaleza, que lo hiciera con la lentitud para convertir los pronósticos en fallidos, todavía más. Pero si se hubiera ido al primer descuido y poniendo cara de no estar haciendo lo que evidentemente hacía, tampoco habría extrañado a nadie. Sin embargo, esta vez es como si todo el mundo en la tertulia se hubiera dado la vuelta para mirar cómo Donju se iba por última vez, sin apenas hacer ruido y fingiendo que ni él se veía a sí mismo hacerlo.
Se ha ido apagando lentamente, asombrando a sus médicos y confirmándonos a los demás lo que sospechábamos: que era como un árbol de la mejor madera, un roble venerable entre los de su especie. Hace ya tiempo que su vida era madera ardiente en el recuerdo (el corazón) de los muchos que le conocimos.
Estar pendiente de Donju durante estos días ha sido como regresar a los recuerdos de juventud en Belagua. Mi primer recuerdo de él es su gesto: con las manos detrás, balanceándose, con los ojos entornados sin que te dejaran saber si meditaba o se ausentaba, pero que se abrían para sonreír sin decir nada, o para acompañar alguna salida incomprensible.
Te lo cruzabas amablemente esquivo en los pasillos, en el comedor, en la sala de estar, en el oratorio, muchas veces en dirección contraria al resto. Así que hasta el más despistado se daba cuenta de que aquel sacerdote estaba fuera del régimen general que regía para los demás, significara eso lo que significara, que tampoco estaba del todo claro. Pero que jugara en otra liga tenía para muchos de nosotros un atractivo poderoso; y que con frecuencia no tuviera un aspecto muy apolíneo con aquellas botas y ese alzacuellos que estaba más veces en la mano que en el cuello, casi siempre desabrochado, lo hacía irresistible. Si quedaba alguna duda, bastaba, como recuerda Javier Aranguren, con encontrárselo haciendo carreras en el salón de actos o subiendo y bajando escaleras a primerísima hora para persuadirse de que había poco de convencional en él.
Así que a él íbamos a parar muchos. Y seguramente, sin saberlo, tras la primera conversación casi todos pasábamos a formar parte del club del "SeñormíoJesucristotodoslosdíasantesdedormir". El "seguro de vida" le llamaba. Lo supe muchos años después, cuando descubrí que se lo 'prescribía' a otros muchos, que formábamos sin saberlo una especie de cofradía. Sentí alivio al saber que aquella medida de urgencia in extremis era una recomendación general o que por lo menos yo no era el único. Lo hice durante muchos años. Ahora me propongo volver a hacerlo hasta el final, así recordaré todos los días a Donju para pedirle que tenga preparada alguna escapatoria de las suyas, a contramano, aunque los que manden refunfuñen un poco.
Sospecho que éramos multitud los de aquel club. Por Javier Pons he sabido que tal vez existiera también el de las cuatroAvemarias, para encontrar una buena novia. Ese debía ser para gente de más nivel que no le preocupara con urgencia, o quizás... fueran los casos desesperados. De cualquier manera, Donju te hacía sentir que la amistad con él era un asunto particular: una cosa entre él y tú. Dios estaba muy presente pero como si no tuviera prisa ni estuviera empeñado en ser siempre el centro de la conversación en la que iban y venían chistes, confidencias y silencios que había que aprender a llevar con comodidad.
Donju abarcaba más que la propia Belagua de cada momento, y por eso nos ha parecido a muchos que era su mejor emblema. Y no es solo que recordara a los que habían vivido allí, es que hacía Belagua desde sus afueras, por así decir, pero tal vez desde más adentro que nadie. Por ejemplo, como me recuerda Alfredo Briales, Donju era el único que llamaba a los colegiales que expulsaban del Mayor, tal y como tuvo el honor de experimentar él mismo, junto con sus queridos Borja de Lecea y José Navalón (a los que tuve que reconducir al buen camino con mucho esfuerzo y abnegación).
En cualquier caso, lo que sabías con bastante certeza es que él estaba a tu favor, lo que implicaba poder quejarse de dirección o de cualquier otra cosa sin obtener complicidad ni reproches. Así que aquel despacho suyo -que era parte de un pasillo de todos- tenía algo de familiar. En aquel lugar que tras la reforma ya no existe físicamente, yo, como muchos otros, lloré unas cuantas veces; y muchas más reí, encontré paz y consuelo.
Pero Donju no era complaciente. En los seis años que viví con él en Belagua me hizo correcciones que iban desde mi forma de sentarme hasta mi modo de tratar a los que disparataban. Y aunque no se andaba por la ramas, lo cierto es que siempre me daba cuenta a posteriori, repasando a la hora del "SeñormíoJesucristo" qué sentido tendría aquel intrigante comentario a bocajarro. Y entonces, consciente al fin del indoloro rejón sobre mi grupa, me salía un exabrupto.
Además, aunque con frecuencia resultaba un tanto críptico, otras muchas veces era diáfano, sobre todo si de calmar a alguien se trataba. Recuerdo al residente que contó que fue a preguntarle si tendría vocación para sacerdote porque había tenido ese 'temor', por aquello del miedo como señal. Al parecer, Donju le dijo que se tranquilizara y que no tenía vocación para sacerdote. Pero él le volvió a preguntar si estaba seguro de que era así, y Donju tranquilo pero firme le dijo: "seguro, tú, ni de coña".
Yo mismo le pregunté si él creía que debía hacerme del Opus Dei y me respondió que yo ya lo era, lo que se convirtió en un salvoconducto que me dejó tranquilo todavía un par de años más. Durante todos esos años, cuando me iba de retiro espiritual, Donju me llamaba a su habitación o venía a la mía y me traía alguna novela o "tintines" y "asterix". Era lo mismo que hacía cuando alguien enfermaba y se quedaba en su habitación. Así que un día le pregunté, "¿Usted piensa que para mí un retiro es como una gripe, verdad?". Se reía cerrando los ojos. Fuera lo que fuera, yo relajaba todos mis escrúpulos con aquellas licencias autorizadas y me iba con más gusto.
En otra ocasión notó que durante algunas ausencias de un residente de origen vasco como él, se cometían atentados. Así que llegó a pensar que tal vez formará parte de ETA. Se lo preguntó con la misma calma con la que el residente le dijo que no. Todo con pocas palabras, algún gesto breve entre los dos y sin inmutarse. Entre vascos iba el asunto.
Como el coro vasco que Donju dirigía y que ganaba siempre aquel concurso de villancicos completamente amañado, porque, entre otras trampas, Donju dopaba -incluso bajo la más estricta ley seca- a sus integrantes, 'los barbos' les llamaba, con un buen trago de whiskey o cognac antes de cantar. Y la única vez que ganó el concurso el coro andaluz, Donju, como recuerda Pepelu (José Luis Esteve K.), acusó al director, el jienense Fernando Moreno y todo el jurado de haber sido sobornados.
En otra ocasión invitó a don Luis Borobio -insigne aragonés- al jurado con el resultado de que aquel fue el año que ganó el coro maño. Como cuenta José Ignacio Murillo, pasado el tiempo algunos se dieron cuenta que don Luis no volvió nunca a ser invitado como jurado del concurso de villancicos.
El coro euskaldun se llamó durante unos años vasco-canario en honor a Javier Elejabeitia, canario de obvia ascendencia. Pero como Javier no disfruta de una voz melodiosa ni entonada, antes de salir a escena Donju le advertía seriamente: "¡tú ni abrir la boca, ni se te ocurra!". No fue el único, también a Ricardo Pérez Merino le pedía que vocalizara haciendo el besugo pero sin pronunciar un solo fonema.
Le encantaba el fútbol y cuando hacia la lista de sus equipos favoritos liderarada por la Real Sociedad, por supuesto, incluía en tercer o cuarto lugar al Barsa por fichar a Maradona y permitir ver en la Liga semejante espectáculo. A mi su pasión futbolera me divertía, pero era sincera. Borja de Lecea, futbolero como él, me dice: "cuenta cómo le gustaba ver los partidos en primera fila, cómo despotricaba de los comentaristas que decían comentarios negativos de la Real Sociedad o de la Selección Española, y, sobre todo, lo que hacía en las pausas, durante los anuncios, cerraba los ojos durante minutos en silencio. Un día le pregunté que por qué lo hacía. Me dijo, con esa naturalidad suya, que lo hacía para practicar la virtud de la templanza, para tener dominio sobre lo que apetece o da gusto así sin más..., me dejó impresionado, aun hoy yo también lo hago, dando gracias y rezando por Donju y por todo el tesoro de valores y amistad que hemos vivido en Belagua".
Creo que Donju utilizaba su afición al futbol como motivo para conversar, compartir esperas y retransmisiones y reunir a otros sin ser el centro. Héctor Devesa me cuenta que en una ocasión vio cómo "apostaba que un partido lo ganaba tal equipo, y con otro lo contrario. Luego hacía que esos dos tales fueran a tomarse la caña juntos". Esa apuesta cruzada es un metáfora perfecta de cómo unía a todos esfumándose, tal y como está haciendo ahora mismo con nosotros.
También jugaba a tenis y a pala. Y desde que tuve coche, un par de veces al mes me lo pedía como quien pide el cielo para llevar a un amigo a dar un paseo o jugar a pala. Nunca supe quién era, pero los amigos de Donju formábamos una mutualidad por medio suyo. Yo creo que en Belagua no querían que condujera, seguramente con buen sentido, no lo sé, y una vez me pidieron que no se lo dejara. Pero les dije que no podía negarme como ellos no podían evitar que me lo pidiera. Asunto zanjado.
Los estudiantes de filosofía sabíamos que había revisado "El acceso al ser" de Polo, pero que dejó de revisar las obras siguientes por alguna razón sobre la que había rumores. A mí me la dijo. Además, los entendidos decían que sus traducciones de Gustave Thibon eran magistrales. Pero en Belagua nadie sabía lo que hacía Donju en lo intelectual. Solo recuerdo una vez que ante la pregunta de alguien sobre un libro, como dudando, le dijo que lo había traducido él.
A veces decía cosas sobre las que no le preguntaba, pero que me dejaban pendiente de entenderlas. Por ejemplo, una vez hablamos de santo Tomás Moro y me dijo que había tenido suerte de que lo mataran y morir mártir, porque si no lo habrían matado por hereje. He hurgado en todas direcciones, pero todavía no tengo una interpretación definitiva.
Cuando algún conferenciante, profesor o autor me entusiasmaban se lo contaba. Yo creo que le conté mi tesis doctoral aprovechándome de su paciencia silenciosa con las gafas de leer en la punta de la nariz y las manos cruzadas sobre el pecho, más reclinado que sentado. Más adelante le conté también más cosas. Al final algunas tristes y dolorosas; Donju escuchaba y no olvidaba. Y cuando se me escapaba un insulto, él lo repetía desactivado, como convertido en estribillo, para que no me privara.
Ya casado, pidió en Belagua a unos pocos que rezaran porque los hijos tardaban en venir. Como supe mucho después, cuando le dije que esperábamos trillizos no perdió tiempo en decirles que ya no pidieran más... Y cuando nos fuimos de Pamplona, durante años, de vez en cuando llamaba y sin mucho preámbulo me contaba un par de chistes casi siempre muy malos, hablábamos de cualquier cosa y colgábamos. Cuando en casa me preguntaban qué quería Donju, no tenía otra razón que dar que los chistes que me había contado. Pero yo sabía que aquellas llamadas significaban otra cosa difícil de describir y que casi prefiero guardar como el irreproducible sabor del cariño en la amistad.
Cuando estaba en su despacho contemplé muchas veces cómo llamaba o hablaba con antiguos residentes, y cómo echaba mano de su fichero con direcciones, teléfonos, cumpleaños. En aquel fichero seguía vivo el pasado de Belagua y de tantos exresidentes. Imaginé que el paso del tiempo me introduciría en aquel fichero y así fue.
Donju daba cuerda y mantenía en hora el reloj chino que estaba en uno de los vestíbulos de la entrada. Aquel reloj era tan enigmático como Donju, que estimaba su valor material en aproximadamente "un huevo... de la cara". Lo enseñaba a todos los visitantes a los que acompañaba con explicaciones que nunca llegué a escuchar. Pero aquella imagen suya me ha venido muchas veces a la cabeza. Me parece que él ha dado cuerda todos estos años al reloj de la memoria, y que mientras él estaba allí seguía en marcha el tiempo de nuestra juventud. Por eso no me resultó indiferente la noticia de que ya no vivía en Belagua. Había algo de todos que ya no circulaba por los pasillos ni se dejaba festejar con paciencia en la fiestas Julianas.
'Metopa' utilizada para decorar Belagua
en las Fiestas Julianas de 1988?
Por medio de mi hijo, entonces residente, descubrí con enorme gratitud el cariño con el que le seguían cuidando desde Belagua, y me pareció que aquel reloj seguía en marcha misteriosamente de mano en mano en una verdadera tradición de la que Donju nos ayudó a formar parte.
La última vez que fui a verle a la Clínica Universitaria con Alfredo Cruz y Nano de la Puente, no nos reconoció. Estuvimos con él un buen rato y al salir comentamos poco, pero habría sido duro si hubiera ido solo. Sin embargo, aquella tarde constituye mi último buen recuerdo de Donju, en su silla, tarareando algo desconocido y aderezándolo con improperios que pronunciaba con toda nitidez y fuerza, como parte de la canción. Aquellos improperios me dejaron reconocerlo a través de la niebla de olvido que le había abrazado: sacerdote, hermano mayor, amigo.
Pero como no se nos olvidará a ninguno de los que le conocimos, es cantando en el salón de Belagua, con la bota encima de lo que fuera, la guitarra en las manos y entonando una canción que era más un himno... un himno de juventud, entusiasmo y cariño. Hoy, en su entierro, los de Belagua -por todos los que no estábamos- se lo han cantado por última vez, en el cementerio donde iremos a verle hasta más ver, Donju.
En una noche oscura
de terrible tempestad
cruzando por el valle
iba un jinete en su corcel,
corcel, corcel.
De pronto vio en el cielo
con radiante claridad,
rebaño de mil vacas, vacas
fantasmas a tropel.
Ypiaee, ypiaoo,
(kiss, kiss)
Ypiaee, ypiaoo
jinetes en el cielo, elo, eloo
Aquel vaquero vio...,
vio, coño, vio...
Un rastro grande de mi vida y de la de muchos se ha hundido en esa niebla de la que espero que saldremos juntos, aprovechando el rastro de alguna escapatoria a contramano abierta por Donju para que lleguemos a donde él quería, aunque refunfuñen un poco los que manden. Ni yo ni muchos le podremos olvidar llenos gratitud.
Y con su ayuda rezaré el SeñormíoJesucristotodoslosdíasantesdedormir.
Don Julián Urbistondo
San Sebastían 1927-Pamplona 2020
In memoriam
Eres grande Higinio, como grande era Donju. Sin duda alguna una de las mejores cosas de mis años en Belagua. Tuve el honor de formar parte de su coro de vascos, pero prometo que no abrí nunca la boca, me decía que hiciera el besugo, abriendo la boca sin cantar, de lo malo que era!!!!. Te olvidas por cierto de los partidos de tenis contra Rafa Roca..., y seguro que algunas cuantas cosas más que me vendrán a la memoria. Gracias por escribir sobre Donju y un fortísimo abrazo. Ricardo
ResponderEliminarQué bueno saber de ti, Ricardo. Agrego lo que me dices, que para algo sirve de esto de los blogs. Te mando un abrazo muy muy fuerte.
EliminarGracias, Higinio. Un abrazo!
ResponderEliminarMiguel Casas
Queridísimo Miguel!!
EliminarCómo lo habrás sentido tú también!!
Te mando un abrazo muy fuerte y repleto de recuerdos con donju!!
Ya sabes dónde me tienes.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias, Higinio. Donju siempre preparado en el confesionario los domingos por la mañana. Y repanchingado en un sofá contando uno de los chistes de siempre. O haciendo jogging por el salón de actos. O saltando el muro del futbito con pasamontañas a las seis de la mañana para sustos de los nuevos de la empresa de seguridad. Y siempre mayor, y siempre niño. 4 del 4 del 44, y así le celebramos el 8 del 8 del 88.
ResponderEliminarEs verdad me había olvidado del jogging en el salón de actosss, y de lo demás. Pongo lo del salón, es genial. Un abrazo muy fuerte Javier y cuídate!
ResponderEliminarHiginio, tb me lo encontraba haciendo foooting, los días de agua, por las escaleras arriba y abajo a las 5 de la mañana. Y siempre, mientras rezaba el rosario, recogiendo los ceniceros. Y no fumaba.
ResponderEliminarGracias, es verdad. Muchas gracias unknown
EliminarGracias Higinio! Que suerte haber conocido a Donju. Que coro estará ya montando arriba!!
ResponderEliminarY amañando el jurado...
EliminarGracias
Yo conviví con el en Belagua antes que vosotros, supongo; años 1960s, más bien el primer lustro. Nunca le he olvidado, pero con otros matices. Entonces,cogía una guitarra y, acompañándose con ella, empezaba a cantar y todos íbamos incorporándonos. Repetía aquello que no sé quién le enseñaría y que él pronunciaba con la convicción de que era así: "Nunca pasa nada y, si importa, ¿qué pasa? y, si pasa, ¿qué importa?" Hablábamos mucho y presencié cómo resolvía con el mayor sentido común, realismo y generosidad problemas que los directores de Belagua consideraban muy serios y graves y, enjuiciados por él, quedaban en cosas de la vida cotidiana con las que basta pasar página. Pasaron años antes de volverlo a ver y, una vez que le vi por allí, no me reconoció; sólo dijo algo asi: que no se acordaba, pero que, como me veía sonreír (y reir), ya veía que era buena señal. La verdad, Higinio, que sumando tu semblanza y lo que comentamos en estos recuadros, no creo que se consiga dar una idea de su queridísima singularidad; tengo la sensacion de que nos dejamos lo fundamental en el tintero, y no sé lo que es. Un abrazo.
ResponderEliminarQuerido José Andrés. Pues anímate a ponerle palabras y nos la mandas cuando la tengas. Yo estoy de acuerdo en que hay un hilo de su persona difícil de enhebrar en las descripciones o las anécdotas. Te mando un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarBellísimas palabras Higinio y muy hermosas fotografías de Donju, gracias.
ResponderEliminarDurante toda mi estancia en Belagua, desde octubre del 79 hasta junio del 86, conté con la compañía, el cariño y la amistad de Donju.
En mi cortedad, me llevó tiempo entender lo del remediocontraelinfarto-SeñormíoJesucristo, y también me hizo sabias recomendaciones acerca de cómo encontrar una buena novia, que finalmente apareció (conservamos la carta que nos escribió poco antes de la boda).
Y luego, durante tantos años no faltaron las cartas en Navidad con la última colección de chistes y, como bien dices, aquellas llamadas telefónicas inesperadas a horas intempestivas.
En mis últimos viajes a Pamplona para ver a mis hijos no me atreví a ir a visitarlo, tuve miedo de que ya no me reconociese.
Creo que tenemos ahora un buen intercesor.
Un abrazo.
José Luis Basanta.
Muchas gracias a ti José Luís. Un gustazo saber de ti. No hay duda de que al que gestione las recomendaciones le ha caído encima un martillo pilón. Te mando un abrazo fuerte!
ResponderEliminarHola Higiénico, aquí el espora... Ya conocía a Donju antes de ir a Belagua, por las anécdotas que mi padre me contaba de sus años de estudiante. Sobre todo en el arte de la música...
ResponderEliminarPero siempre recordaré la que me contó un año que vino a visitarme (mi padre) a Belagua, y al encontrarse con Donju, sin decir palabra, se lo llevó a su habitación, cogió la guitarra, y empezó a cantar una de esas canciones sudamericanas que conocía, de la época de la posguerra, terminando los dos juntos, a dúo, la canción.
Así era Donju, directo. Y fraternal, paternal.
Este verano pasé un día con mis hijos y pregunté por él en la nueva, conjunta, portería de Belagua, y el chaval no lo conocía...
Debería conocer todo aquel que viva en Belagua quién fue, quién es Donju.
Un abrazo
Juan Esteve
Querido esporitaaa!! Donju nos reúne, aunque sea virtualmente. Qué alegría saber de ti. Si viviéramos en Pamplona el chaval de la portería se iba a enterar de lo que era pasar una noche atado a una secuoya del campus; se habrá visto!
ResponderEliminarTe mando un abrazo inmenso lleno de recuerdos!!
Ya sabes dónde me tienes
Querido Higinio, que maravilla la descripción que haces de nuestro querido Donju. Estoy en Pamplona y he tenido la suerte de poder velarlo en nuestro querido Belagua Fase I donde vive el mayor de mis hijos. También asistiré a su funeral y le pediré que interceda por ti y por toda la familia de Belagua.
ResponderEliminarCómo te lo agradezco, Blas, y que estés allí por todos también. Qué pena no poder. Un abrazo muy fuerte!
EliminarPeter, Donju curaba.
ResponderEliminarMe contó uno de los miembros de ese club imponderable de colegiales que em el inicio de su carrera muchas cosas se torcieron en su vida y que durante semanas la idea del pecado elemental, cono decía Wittgendtein, no dejaba de atormnetarle. De modo que viajó a Pamplona para hablar con donju. Cuenta que escuchó con serenidad las circunstancias que rodeaban a lo que ya era un deseo compulsivo de quitarse de enmedio. Cuando terminó donju le miró con una mezcla de compasión y asertividad, le dijo: "No me extraña nada que estés pensando eso". No le sonó a psiquiatra profesional ni se esperaba esa respuesta. Le sonó a: "me hago cargo". En ese mismo instante a mi amigo esa idea se le deshizo para siempre
ResponderEliminarPerdona, Higinio, me he despertado y lo he eliminado porque pensaba que se podía malinterpretar,como si a donju no le diera importancia la vida. Pero luego he visto que lo has comprendido perfectamente.
EliminarPeter, donju curaba, y nosotros juntos de rato en rato, también nos curamos. Te espero.
EliminarDonju, verdaderamente genio y figura. El más inteligente, como dijo Alejandro Llano. Juraría que la metopa del texto la dibujó Manolo Fontán. Me quedo con la mosca sobre lo del incomprensible Polo. Gracias por estos recuerdos, Higinio.
ResponderEliminarJ.M.C.
No sé si fue Manolo Fontán o Alfredo Cruz. Pero me enteraré. Lo de la mosca, al menos en público seguirá rondándote la oreja, sobre todo discretamente desapercibido tras la iniciales. Aunque si eres quien creo no tienes más que preguntar. Un abrazo fuerte.
EliminarEntrañable semblanza, Higinio!
ResponderEliminarYo conocí antes que a él a un sobrino suyo, compañero de colegio en Madrid, que se llamaba como él, Julián Urbistondo. Con el sobrino, una vez me fui de Madrid, no mantuve el contacto, pero esa circunstancia me unió a Donju en Pamplona de por vida. Siempre que me veía, comenzaba preguntando con cierta sorna: "¿Qué sabes de mi sobrino?". Y se echaba a reír, con su JA en mayúscula.
Queridísimo Juanmari. Pues fíjate, yo te asocio a todo eso, porque cuando donju me escuchaba aquellas cosas tristes de la última época, el que me sacaba al monte eras tú, y también Dani. Te mando un abrazo fuerte, también para Isabel, bueno, sobre todo para ella, que a ti no te gustan. Ja ja.
EliminarUn abrazo muy fuerte, Higinio: me ha encantado. No conocí mucho a Donju, estuve muy pocas veces con él, pero siempre le he tenido un especial cariño. Javier Cocacolo
ResponderEliminarCoca colooo! Javier!! Sí; lo imagino, estoy seguro de que habríais enganchado. Te mando otro abrazo fuerte, Javier. Te recuerdo con frecuencia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu artículo.
ResponderEliminarCoincidí con él en un curso anual, creo que en Ayete, en los años 80. No sé qué tendría, pero siempre le recordé.
Ese no sé qué ...
ResponderEliminarGracias Jesús y un saludo.
En Belagua Fase I debería haber un busto o un retrato de Donju. Es de buen nacidos ser agradecidos.
ResponderEliminarEn la reforma, cerraron las escaleras y el pasaje que daban acceso al salón de actos formando una sala, a la que le llamaron sala Donju. Allí ha sido el velatorio, creo.
EliminarAllí ha sido el velatorio y allí se guardan algunos recuerdos suyos, y de su 80 cumpleaños.
EliminarMuchas gracias por los recuerdos que estáis poniendo por escrito, y por esta semblanza, que, por más que incompleta como ha señalado alguno, se ve que sirve para despertar muchos recuerdos...y nos da alguna idea a los que hemos llegado tarde.
Muchas gracias por tu espléndida semblanza, querido Higinio, el "decano emérito" de mi primer año, con el que en la distancia siempre me ha unido un hilo invisible, que de vez en cuando da tironcicos...
ResponderEliminarPasé durante años por todas la Belaguas, y aun por algún otro colegio mayor en otra ciudad, pero fueron los años de Fase I -designo así a la auténtica Belagua tan solo para evitar confusiones- los que más me marcaron. Y en buena parte es responsable la presencia, para mí siempre entrañable y, sin embargo, algo misteriosa, del gran Donju.
Habéis mencionado su afición por los chistes, que iba recogiendo y repartiendo entre sus conocidos. Algunos de ellos un poco macabros, todo hay que decir. Me entran ganas de contar alguno, pero no lo haré porque siempre fingía enojarse con quienes le atribuían los chistes que él mismo les contaba.
Y es que le encantaba hacer reír a los demás. Se me quedó bien grabado un comentario suyo a la magnífica biografía de San Josemaría de Vázquez de Prada, con la que muchos pudimos asomarnos a la intimidad de aquel santo que tanto influyó en su vida: hay algo que echo de menos, venía a decir, no refleja... lo bien que lo pasaba uno con él.
Cuando me fui de Belagua se las arregló para hacerme llegar la agenda que había usado Gonzalo Ortiz de Zárate, un personaje que tuve la suerte de conocer y al que escuché algunas de las increíbles historias de los inicios del Opus Dei en México. A él le tocó comenzar en Culiacán, una región donde se dice que hasta entrado el siglo XX seguía habiendo caníbales y en la que se vivían las costumbres violentas del Lejano Oeste cinematográfico. Quizá también por esto lo apreciaba Donju y quizá lo que quería es que tuviera el recuerdo de un hombre valiente.
He de añadir una pequeña corrección a lo que dices sobre el Concurso de Villancicos. El triunfo de los andaluces no fue la única excepción al indiscutido monopolio del coro de los vascos. Hubo un año en que Donju invitó a Luis Borobio -que, por cierto, hizo de él un fantástico retrato, de joven, que me encantaría recuperar- como miembro del tribunal; y he aquí que él, aragonés, se encariño con nuestro villancico y le dio el primer premio. Ni que decir tiene que, tras esta "felonía", nunca más fue invitado...
Tiene razón José Andrés-Gallego cuando dice que nos dejamos lo fundamental en el tintero, pero quizá hará falta algún tiempo para que nos vayamos haciendo cargo de eso que no adivinamos a formular. Por el momento, va a él mi oración y mi recuerdo. Que descanse en paz y siga haciéndonos bien desde la morada definitiva. A ver si evita finalmente que nos apartemos del mal y arreemos la manada... "toda una eternidad".
Querido José Ignacio (por respeto a tu edad, ya decrépita, no te llamaré en público como acostumbro). Muchas gracias por el comentario. Yéndose Donju ha removido la red de los amigos de aquellos años, haciéndonos notar a todos el hilo que nos une que pasa por Belagua y por Donju. Y por tus palabras he caído en que sigo siendo "decano emérito", el tuyo en particular y de por vida, así que voy a hacerlo valer la próxima vez que nos veamos. Te mando un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarY cuídate que tu débil naturaleza es una preocupación constante para todos ...
La procuraré cuidar, siguiendo tu consejo; aunque curiosamente mi salud parece mejorar con los años...
ResponderEliminarEs una alegría reencontrarse con tantos antiguos colegiales, gracias a Donju y gracias también a ti.
¡Ah!, por cierto, tras releer mi comentario, quiero aclarar que el deseo con que lo intentaba concluir es que, según la moraleja de su canción, "consiga finalmente que nos apartemos del mal y evite que arreemos etc." Lo digo, por si a alguien le quedaba alguna duda o se obligaba a encontrar algún sentido arcano en mis palabras... Son, sin más, los peligros del "directo", y de la emoción, que no siempre respeta la gramática. Un fuerte abrazo y ¡hasta pronto!
Yo lo había pillao, profesor
Eliminarun abrazo
tu decano emérito
Hola Higinio .... qué bonita semblanza de Donju...ha muerto una persona irrepetible, a veces parecía q no estaba dentro de sí mismo. Gracias por el recuerdo
ResponderEliminarMuchas gracias Tomás. Imagino que viviste en Belagua. Pues eso, un saludo belagüino, es decir, con abrazo.
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