Tocar y gustar son dos formas de sentir que tienen más relación entre sí que con los demás sentidos. Incluso, en cierta medida, el gusto se puede tener por una variante especializada del tacto. Ambos sentidos requieren contacto y la inmediatez física de lo percibido. Además, una larga tradición -Aristóteles y Rousseau entre ellos- coincide en señalar la relación particular entre los placeres del tacto y del gusto, entre la lujuria y la gula. No hace falta decir que, a veces, las ideas morales se sobreponen sin dejar ver apenas ver nada más. Gustar y tocar son dos formas de la raigambre perceptiva del hombre en el mundo y guardan revelaciones que superan en interés a cualquier otra consideración. En particular, el sentido del tacto interioriza perceptivamente el mundo: al tocar, lo que está fuera pasa a estar también dentro. De manera que la piel más que un límite separador se convierte en un lugar de encuentro, casi en el medio de la transfusión de la realidad externa en la corriente