ADORNAR y REGALAR
Adornar no es decorar, y regalar no es obsequiar. De hecho, la
confusión entre ellos es sintomática. Baste, para empezar, con notar que
decorar comparte etimología con decoro y decencia, y que obsequiar connota
agasajo, favor y servicio. En cambio, el adorno y el regalo no se atienen a la
necesidad, sino que expresan un sobrante que, para el pensamiento clásico,
hacía posible las formas humanas de sociedad.
Aristóteles sostuvo que tanto la
amistad como la ciudadanía requerían que se poseyera algo más de lo necesario, una
holgura mínima que permitiera compartir con los amigos y aportar a la vida
común. Fustel de Coulange apuntó, más en concreto, que el ejercicio de la
ciudadanía antigua se concentraba en las celebraciones que el ciudadano
oficiaba como oferente, es decir, desde la dimensión sacerdotal de su condición
ciudadana: ser ciudadano era tener algo que ofrecer.
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