Nuestra Guerra. Nuestra Paz.

Es conocida la tregua improvisada que en la Navidad de 1914 convinieron espontáneamente las tropas alemanas, francesas e inglesas en pleno frente. Intercambiaron alimentos y bebidas, en algunos lugares cantaron villancicos, jugaron al futbol y en casi todos los lugares acordaron que cada bando pudiera recoger y enterrar a sus muertos. No hay armisticio sin que los enfrentados puedan enterrar a sus muertos. Por eso, nuestra guerra civil se acabó con una victoria y una derrota, pero sin armisticio. Tal vez no fuera posible ni estuviera al alcance de los que se mataron entre sí, ni tampoco mientras el Estado vigente fue el levantado por los victoriosos. Pero debería haber sido una urgencia atendida nada más asentada nuestra democracia. Habría significado, realmente, el final de la Transición. Como descendiente de familias que fueron presos y lucharon contra el bando republicano, lamento no haber sido consciente de que muchos españoles desconocían el lugar donde estaban sus padre...